El fútbol es el deporte más popular del mundo. Allá donde vayamos encontraremos a una persona con una camiseta de algún equipo, desde Zambia hasta Islandia, pasando por Filipinas. Resulta interesante que un deporte no parido por los Estados Unidos tenga esta aceptación. Así que al país norteamericano no le ha quedado otra alternativa más que la de unirse al enemigo con su denominado ‘soccer’.
Este éxito del fútbol viene aparejado de unas enormes posibilidades comerciales. Los grandes equipos son también máquinas de hacer dinero. El negocio y el deporte conviven como pueden cuando hablamos de grandes clubes y de las competiciones más importantes. En este negocio, los estadios de fútbol se han convertido en elementos claves, tanto a nivel simbólico como comercial.
Todos los grandes clubes europeos tratan de renovar sus estadios para adaptarlos a los nuevos gustos y usos. En Alemania, por ejemplo, el Allianz Arena de Múnich se ha convertido en un hito arquitectónico. Muchos visitantes de la ciudad bávara se acercan al estadio de las grandes cubiertas como reclamo turístico.
El éxito de este y otros estadios ha ‘obligado’ a otros clubes a ponerse las pilas. A los grandes de España les toca también renovarse: Real Madrid y Barcelona tienen sendos planes para convertir el Santiago Bernabéu y el Camp Nou, respectivamente, en campos a la altura de sus rivales europeos. Y para crear estos estadios se confía en reputadas firmas de arquitectura.
Herzog & de Meuren es el estudio que se encargó del célebre Allianz Arena. El éxito de este estadio inaugurado en 2005 supuso para la firma que también se encargara del Estadio Nacional de Beijin, el hito alrededor del cual girarían después las Olimpiadas de 2008. A la postre, otro de los estadios más célebres del mundo con sus grandes cubiertas y su preciosa estructura orgánica.
Y además de la cuestión simbólica y representativa, también está el negocio. La construcción de estos gigantes arquitectónicos también suponen recalificaciones millonarias y beneficios para los propios clubes y, teóricamente, para la propia ciudad. Los nuevos ‘coliseos’ forman ya parte del skyline de las ciudades.