¡A rugir se ha dicho! Mi primera vez con una motosierra

Me han dejado en alquiler motosierra Pontevedra. Sí, sí, como lo oís. Una de esas máquinas ruidosas y poderosas que solo había visto usar a profesionales en películas y documentales. La verdad es que me impone un poco de respeto, pero necesito talar unos árboles en mi parcela y un hacha no iba a ser suficiente.

Mi vecino, un manitas de los de toda la vida, me ha prestado su motosierra para el fin de semana. Me ha dado un pequeño cursillo acelerado sobre su funcionamiento: cómo arrancarla, las medidas de seguridad, cómo tensar la cadena… La verdad es que me he sentido un poco abrumada con tanta información, pero he tomado buena nota de todo.

Antes de ponerme manos a la obra, he ido a comprar el equipo de protección necesario: casco con pantalla, guantes anticorte, pantalones de seguridad y botas con puntera reforzada. Parecía un auténtico leñador profesional. ¡Hasta me he comprado una camisa de cuadros para la ocasión!

Con todo el equipo puesto y la motosierra en mis manos, me he acercado al primer árbol. He respirado hondo, he tirado del cordón de arranque y… ¡la bestia ha rugido! Al principio me ha costado un poco controlarla, pero poco a poco he ido cogiendo el tranquillo.

Cortar los árboles ha sido más fácil de lo que pensaba. La motosierra se deslizaba a través de la madera como si fuera mantequilla. He sentido una extraña satisfacción al ver cómo los troncos caían al suelo con un golpe seco. Eso sí, he tenido que hacer varias pausas para descansar los brazos y limpiar la cadena.

Al final del día, con la parcela despejada y los brazos doloridos, he sentido una gran sensación de logro. No solo había conseguido talar los árboles, sino que había aprendido a manejar una motosierra. ¡Quién me lo iba a decir!

Ahora me queda la tarea de cortar la leña y apilarla para el invierno. Pero eso ya es otra historia. De momento, voy a disfrutar de mi victoria sobre la naturaleza y a descansar un poco. ¡Mañana será otro día!