Más o menos cuando un niño cumple su primer año de vida llega un momento de grandes cambios. Uno de los más importantes es que ya puede comer de todo. Y es la cena el momento indicado para empezar a hacer experimentos. Porque los primeras semanas, o incluso meses, son de experimentos: ver si esto o aquello le gusta o no, comprobar si lo puede comer, si prefiere que se lo des o lo toma el con las manos, etc.
Mi mujer y yo sabíamos que este momento llegaría tarde o temprano, aunque nos cogió un poco desprevenidos. Fue en una visita al pediatra un par de semanas antes de que cumpliera un año cuando se nos comunicó que era el momento de empezar con los ‘experimentos’. Ni siquiera teníamos Menaje para niños en casa y nos fuimos directos al centro comercial. No es que no pueda comer en cualquier plato, pero el menaje para niños pequeños suele estar fabricado con plásticos especiales de más calidad y libres de algunas sustancias químicas que podrían ser dañinas.
Otro aspecto que tuvimos que empezar a organizar fue el menú semanal. Nuestro hijos come en la guardería de lunes a viernes desde hace unos meses. Al principio me tocaba darle a mí de comer generalmente, así cuando empezó a la guarde ya estaba acostumbrado a la alimentación complementaria, que el término formal con el que se denomina a los alimentos que deben empezar a comer en torno a los 6 meses de edad (hasta ese momento la leche es su alimento exclusivo).
Pero cuando cumple un año de edad, la cosa cambia: de la alimentación complementaria pasamos a la alimentación normal… lo normal que puede comer un niño de 12 meses al que solo le han salido de dos dientes.
Todas las noches llega la ceremonia de la cena: sacamos el menaje para niños, leemos en el menú semanal que tenemos pegado en la cocina qué toca y a cocinar. A veces el chaval ni prueba la comida, pero es que debe acostumbrarse a tanto sabores y texturas diferentes que es normal que se lo tome con calma. Y nosotros, paciencia… mucha paciencia.