Nunca había sido un gran estudiante en la Universidad así que nadie confiaba realmente en que Alberto fuera ha ‘lograrse’. Pero un día nos comentó de pasada que estaba haciendo un curso de especialización de guía cultural. Era un curso no oficial pero con un montón de horas de duración que le tuvo ocupado más de un año. Lo bueno de aquel curso es que, tras terminarlo, los alumnos hacían prácticas en una empresa.
Alberto aprovechó muy bien sus prácticas y llamó la atención de su jefe que no dudó en hacerle un contrato en prácticas tras terminar el convenio: empezaría a cobrar (casi) como un trabajador normal. Fue ahí cuando nos dimos cuenta de que Alberto no iba tan mal encaminado laboralmente: al contrario, muchos de nosotros empezamos a envidiarle.
Todo eso sucedió ya hace casi diez años y en todo este tiempo el chaval ha seguido su ascenso imparable en el sector. Tras cuatro años en la empresa en la que empezó, su jefe decidió dejarlo. Buscó asesoramiento venta empresas y la puso en el mercado. Alberto, con ayuda de sus padres, decidió comprarla y rápidamente llegó a un acuerdo con su ya exjefe que le consideró la persona idónea para seguir con el negocio.
Y es que Alberto tiene dos cosas ideales para su trabajo: su facilidad para los idiomas y su desparpajo. Cuando no sabe algo, lo suple con alguna historia que se saca de la manga y hace las delicias de los turistas de los grupos.
Pero después de que su jefe buscara asesoramiento venta empresas y él la comprara se encontró con un problema: debía aprender a gestionar una empresa y le faltaba mucha formación. Durante el primer año de cambio de titularidad en la empresa, muchos temimos que el negocio se fuera a pique porque Alberto parecía realmente superado por los acontecimientos, pero de nuevo con tesón y algo de improvisación muy suya, terminó por dominar la situación.
Hoy es director de una de las empresas de guías más importante de la ciudad: rara vez ya se ocupa de las guías y se dedica casi en exclusiva a la gestión. ¡Quién lo iba a decir!