Quería un despacho con vistas, para tener algo que hacer mientras pienso mi próximo movimiento con el trabajo. Sé que puede parecer que pedía mucho, sé que existen millones de personas que no solo no tienen vistas desde la ventana de su despacho, sino que ni siquiera tienen ventana y/o despacho.
De cualquier forma, por diversas circunstancias, me encontré finalmente con un despacho con vistas. Lo que no sabía yo es que dichas vistas las tendría a todas horas, días y noches: 365 jornadas al año. ¿Por qué? Por ‘culpa’ de la persiana. Ya he tenido que buscar en internet persianas venecianas de madera porque mucho me temo que las mías necesitan un cambio. Desde luego, al menos, una revisión.
A lo largo de mi vida he tenido una relación ‘tirante’ con las persianas. Creo que es una de esas cosas que no ha evolucionado mucho con el paso de los años, ¿no? Que tampoco digo que tengan que llevar chips incorporados o que las podamos bajar o subir desde el móvil. Pero sí creo que, al menos, su mecanismo (en general) sigue sin ser el más fiable del mundo. Yo compararía las persianas con los paraguas: la vida no pasa por estos productos.
Y eso que a mí me gustan, por ejemplo, las persianas venecianas de madera. Creo ofrecen un aspecto muy agradable y cálido cuando son de este material, mucho mejor que el PVC u otros. Tampoco me disgustan las venecianas metálicas. Hay que tener en cuenta que a las persianas más tradicionales les ha salido un duro competidor con los estores.
Los estores no son unos recién llegados pero sí que se han puesto de moda en los últimos años. La gran variedad de tipos de estor provoca que siempre podamos encontrar uno a nuestro gusto. Pero creo que el problema de los estores es parecido al de las persianas tradicionales: su mecanismo. Por lo general, este tipo de productos fallan más en el mecanismo para subir y bajar.
Pero en fin, podía ser peor. No puedo bajar la persiana del despacho, pero así me entretengo más viendo la vida pasar a todas horas.