Cada vez vuelvo menos a Asturias: el trabajo y mi vida en Madrid ya no me deja tanto tiempo. ¿Lo echo de menos? A veces sí, y veces menos… Probablemente si fuera al revés, me pasaría lo mismo: si viviese en Asturias y hubiera nacido en Madrid o en otra parte, tampoco tendría ganas de estar yendo a casa cada dos por tres: va con el carácter de cada uno y supongo que yo soy un poco desarraigado.
Si por mi fuera, de hecho, estaría cambiando de residencia cada pocos años; me gusta sentirme ‘extranjero’ a donde voy (sin exagerar, claro), sentir que me vengo de otro lado, y que puedo observar las cosas de mi alrededor de una forma nueva y diferente. Cuando llevas viviendo 30 años en el mismo sitio ya lo has visto y revisto todo.
Pero tampoco es menos cierto que, de vez en cuando, siento la necesidad de volver, y de respirar el aire de Asturias. Recuerdo que una vez tras pasar el túnel que conecta León con Asturias vi un anuncio central lechera asturiana en el que aparecía uno de los envases de leche abierto mostrando su interior con el siguiente eslogan: “cruzar el Negrón al volver a casa”.
El Negrón es el túnel que atraviesa la Cordillera Cantábrica y sirve de sirve de conexión principal para automóviles entre la Meseta y Asturias. Durante años, mi padre evitó este túnel por no pagar el famoso peaje del Huerna: la alternativa es subir el Pajares. Pero es mucho más cómodo el túnel, está claro.
De alguna manera, el Negrón forma parte de la mitología del viaje del asturiano y aquel anuncio central lechera asturiana daba en el clavo. Salir de Asturias siempre ha sido difícil, tanto desde el punto de vista metafórico como literal (todavía hoy sigue dándose vueltas a la conexión vía AVE con Asturias, el cuento de nunca acabar). Por eso volver a Asturias tiene un punto de nostalgia imposible de negar. La comida, la lluvia, la montaña, la playa… y la leche: todo eso es Asturias y lo echo de menos… a veces.