Preparando la Comunión

Los padres que tienen hijos en edad de celebrar su Primera Comunión saben que no se trata tan solo de un día, sino que son meses de preparación para que todo salga bien. Esta celebración tiene mucha importancia todavía en nuestra sociedad y para muchos niños y niñas es un día muy especial que esperan con gran ilusión durante todo el año.

En algunos sitios, el restaurante para la comida hay que reservarlo de un año para otro, como si de una boda se tratara, especialmente si se quiere conseguir un buen lugar para la fiesta, con zona de esparcimiento para los niños. También es frecuente contratar animaciones y todo tipo de juguetes hinchables y otros entretenimientos.

La ropa es también un tema para debate. En el caso de los niños siempre surge la duda de si ponerle el traje de marinero o si estará mejor con un trajecito. Y en el caso de las niñas el debate está en que tipo de vestido elegir. Las niñas suelen enamorarse de los trajes estilo princesa, más parecidos a un vestido de novia o a la ropa de una princesa de Disney, mientras que los padres suelen inclinarse por modelos más discretos.

Por supuesto, también está el tema de los zapatos. Porque los niños lo solucionan fácil, con unos náuticos o con unos mocasines bonitos que a la vez les resultan muy cómodos para jugar. Pero en el caso de los zapatos para comunión niña la tradición marca los clásicos zapatos de pulsera o de hebilla en piel o en charol y en color blanco como la ropa.

Se trata de zapatos bastante delicados y en algunos casos los padres acaban comprando dos pares de zapatos, unos para la iglesia y para las fotos y otros, más sufridos, para que la niña pueda jugar sin agobios durante la fiesta.

Sin embargo, la mentalidad está cambiando y cada vez son más los padres que dicen que, a fin de cuentas, es un día y que tanto el vestido como los zapatos no son prendas que se vayan a usar nuevamente, así que permiten que se lleven puestos todo el día pero dando total libertad. Otros prefieren cambiar a la niña o al niño nada más salir de la iglesia y aprovechar la ropa, ya sea para venderla de segunda mano o para que la use algún otro niño de la familia.